Los siete más grandes pertenecen a Abu Dhabi, Noruega,
Singapur (dos), Kuwait, China y
Rusia. Estos
fondos representan casi 1,3% de los activos
financieros del mundo. Los US$ 2,2 billones calculados por el
estudio de Standard Chartered son superiores a los fondos
invertidos en hedge funds y fondos de capital
privado, pero están muy por debajo de los US$ 53 billones
manejados por inversionistas institucionales maduros.
Standard Chartered cree que el valor de los
activos de los SWF puede llegar a US$ 13,4 billones en el curso
de la próxima década, mientras que el Fondo
Monetario Internacional planteó en su último
Informe de
Estabilidad Financiera Global que los países, sobre todo
emergentes, seguirán acumulando activos internacionales a
una tasa de US$ 800.000 millones a US$ 900.000 millones por
año, lo que podría elevar los activos extranjeros
agregados bajo
gestión
soberana a unos US$ 12 billones para 2012.
Estrategias de inversión
La asignación y distribución de activos por lo general se
ajusta a dos grandes variables: la
acumulación y reglas de retiro de los flujos futuros del
fondo y sus objetivos.
Algunos, como los destinados al pago de pensiones futuras, pueden
tener pasivos identificados que calzar con su estrategia.
Otros, sin pasivos claros, tienen un foco más exclusivo en
retornos y un nivel de riesgo aceptable.
Hasta ahora, estos fondos en general han actuado como
inversionistas pasivos y de estilo conservador. Pero algunos de
los establecidos por los países petroleros (entre ellos,
Rusia) y los países asiáticos, están
haciendo sonar las alarmas. La principal crítica
suele ser la opacidad de sus inversiones,
lo que puede provocar reacciones proteccionistas.
¿De
dónde procede el
dinero?
Los países de mercados maduros
siguen siendo los principales proveedores de
flujos brutos de capital, impulsados por los flujos
intraeuropeos, seguidos de Estados Unidos y
Japón.
La integración de la Unión
Europea (UE) ha facilitado la regionalización
financiera dentro del continente, aumentando la proporción
correspondiente a Europa en los
flujos internacionales de capital del 50% en 1996 a alrededor del
70% en 2005. De hecho, debido a que los países miembros de
la zona del euro invierten en forma desproporcionada entre ellos
frente a otras combinaciones de países, los datos son
concluyentes en cuanto a la preferencia por la zona del euro en
las carteras de bonos (Lane,
2006).
La posición de los países desarrollados de
Asia como
principal proveedor de flujos brutos de capital se ha reducido
ligeramente, y Japón, aunque sigue siendo un proveedor
importante, ha perdido terreno en los últimos 10
años. No obstante, la proporción correspondiente a
Asia -las economías emergentes, las economías
asiáticas recientemente industrializadas (Corea, la
provincia china de Taiwán, la RAE de Hong Kong y Singapur)
y los países productores de petróleo– en los flujos internacionales de
capital ha aumentado considerablemente desde 2000.
Un examen de las tendencias de los flujos netos de capital
revela un cambio notable
en la composición del balance mundial y pone en el punto
de mira los desequilibrios mundiales de pagos. Concretamente, los
países de mercados emergentes, en su conjunto, se han
convertido en exportadores netos de capital y en una clase
importante de inversionistas en los mercados maduros en los
últimos cinco años, y las salidas de flujos de
estos países son la contraimagen del déficit de
financiamiento
externo de Estados Unidos.
Sin embargo, este movimiento de
capital de los mercados emergentes a los mercados maduros se
canaliza principalmente a través de las reservas de los
bancos
centrales de Asia y los fondos soberanos de inversión,
sobre todo de los países exportadores de petróleo
(como los administrados por la Autoridad de
Inversiones de Abu Dhabi, la Autoridad de Inversiones de Kuwait y
otros). No obstante, los flujos de capital privado también
circulan de los mercados maduros a los emergentes, ya que los
inversionistas institucionales, bancos y empresas
están invirtiendo sus crecientes activos financieros en
otras economías para diversificar y aumentar los
rendimientos ajustados por riesgo.
El auge de los flujos institucionales ha incrementado
sustancialmente los flujos internacionales de capital en los
últimos 10 años. El principal aumento ha
correspondido a los flujos de cartera, sobre todo de deuda, y a
las transacciones bancarias en otras economías. Estos
flujos, sumados a la apreciación de los precios de los
activos y favorecidos por las innovaciones financieras en el
mercado de
derivados, han contribuido al crecimiento y a la
profundización sin precedentes de los mercados
financieros. La magnitud de los mercados mundiales de
acciones y
bonos representa el doble del nivel del PIB mundial y
la capitalización de los mercados bursátiles
mundiales ascendió a US$ 38 billones en 2005, frente a US$
45 billones en los mercados de bonos.
El mercado monetario y de divisas es,
efectivamente, el paso obligado para toda suerte de actividad
económica y mueve cada día 3,21 billones de
dólares, que discurren en un flujo constante de ida y
vuelta entre distintos bloques
económicos. "Por cada actividad comercial, hay entre
10 y 15 actividades financieras", expone José Carlos
Díez, economista jefe de Intermoney. "Y para cualquier
actividad comercial, recurrir al mercado monetario es
imprescindible", enfatiza Anton Brender, responsable de análisis económico de Dexia Asset
Management.
En los mercados emergentes, los bancos centrales y los fondos
soberanos de inversión se han convertido en participantes
principales en la asignación de capital en mercados
financieros internacionales, principalmente en los de Estados
Unidos. El volumen de
valores del
Tesoro de Estados Unidos en poder de
extranjeros se ha triplicado con creces en los últimos 10
años, y la adquisición de este tipo de valores por
parte de instituciones
oficiales extranjeras ha contribuido considerablemente a esta
acumulación. China registró el mayor aumento: sus
tenencias se incrementaron en un 50% en los últimos
años y se ha convertido en el tercer inversionista
más importante. Se estima que a finales de 2005 las
tenencias de las instituciones oficiales extranjeras
correspondían a más del 50% de todos los valores
estadounidenses a largo plazo en poder de no residentes.
Cómo los nuevos
actores están transformando el capitalismo
global
Los fondos de pensiones, los fondos mutuos y las aseguradoras
todavía retienen la mayor parte de los activos financieros
globales, alrededor de US$ 59,4 billones (miles de millones).
Pero cuatro recién llegados crecen con rapidez: los bancos
centrales asiáticos, los fondos de cobertura, las firmas
de capital privado y los inversionistas de petrodólares,
es decir los que obtienen los ingresos de un
precio del
crudo a US$ 90/100 el barril.
En conjunto, este grupo gestiona
unos US$ 8,4 billones, lo que equivale a US$ 1 de cada US$ 20 en
el sistema
financiero global. Desde el año 2000, sus activos se
han triplicado. Incluso si el precio del crudo cae a US$ 50 el
barril, el enorme superávit comercial de China se reduce y
se desacelera el crecimiento de las firmas de capital privado y
fonos de cobertura, los activos de estos cuatro grandes jugadores
se duplicarán hacia el año 2012, según
McKinsey Global Institute, el brazo de investigación del gigante estadounidense de
servicios de
consultoría McKinsey.
El ascenso de este grupo marca una nueva
etapa en la
globalización de los mercados financieros. Ellos
constituyen una de las vías en que se propaga de un
país a otro la onda expansiva de los terremotos
económicos. Europa se ve sacudida no porque Estados Unidos
esté importando menos Mercedes o vino francés, sino
debido al contagio de la crisis de las
hipotecas de alto riesgo, que ha afectado a los bancos de
Düsseldorf.
"Estos nuevos actores poderosos representan un cambio
estructural en los mercados globales de capital", afirma McKinsey
en su reciente análisis. Su crecimiento se "refuerza
mutuamente", añaden los analistas, ya que los magnates de
los petrodólares colocan su dinero en los
fondos de cobertura y así sucesivamente.
El informe titulado "The New Power Brokers" (algo así
como "Los nuevos actores decisivos") contiene datos como los
siguientes:
- Con un
barril de crudo a US$ 70, los productores de petróleo
pueden gastar casi US$ 2.000 millones de petrodólares al
día. Las inversiones del príncipe saudita Alwaleed
Bin Talal Assaud equivalen a unos US$ 50.000 millones (incluyendo
participaciones de 4% en Citigroup y News Corp.), con lo que su
fortuna está a la par de la de Warren Buffet. Entre el 20%
y el 25% de todos los petrodólares pertenecen a individuos
muy acaudalados.
- Con
activos de US$ 1,1 billones, el banco central
chino es el quinto gestor de dinero del mundo. Sus activos
equivalen al 75% de toda la industria
global de los fondos de cobertura (sin contar la deuda que
asumen).
- Los
cinco mayores fondos de cobertura tienen cada uno, al menos US$
30.000 millones en activos. Si se toma en cuenta la deuda que
asumen, cada uno comanda unos US$ 100.000 millones. Los fondos de
cobertura representan entre el 30% y el 50% del corretaje en los
mercados bursátiles y de bonos de EEUU y del Reino
Unido.
¿Qué significa todo esto? No lo sabremos durante
años, pero hay algunas implicaciones.
Una parte tan grande de este dinero llega a EEUU permitiendo
que, como resultado, las tasas de
interés de largo plazo de ese país se mantengan
a la baja. Sólo los bancos centrales de Asia y los
petrodólares reducen las tasas estadounidenses en cerca de
tres cuartos de punto porcentual. Esto contribuyó a
un festín de deuda en EEUU que elevó los precios de
las acciones y los bienes
raíces.
McKinsey piensa que el valor de las acciones es razonable, con
base en la relación precio-ganancias, pero la firma culpa
a estos actores de contribuir a una burbuja inmobiliaria global.
En los años venideros, una parte importante de ese dinero
irá a parar a Asia, Medio Oriente, África y
otros mercados emergentes. Y ese es un recordatorio de que EEUU
necesita liberarse de su adicción a este dinero y comenzar
a ahorrar más.
El poderío financiero de muchos gobiernos está
creciendo, como atestigua el auge de los fondos soberanos
financiados por las reservas de los bancos centrales (el caso de
Asia) o por el
petróleo (en Medio Oriente y Noruega). Esto abre la
posibilidad de que se realicen inversiones con motivos
políticos, mercantilistas e, incluso militares. Hasta
ahora no ha sido así, pero el riesgo persiste.
El dinero público
en los "mercados"
Creados con parte del superávit de la balanza de pagos
de países en su mayoría emergentes, el capital de
los fondos soberanos supera ya al de los "hedge funds"
Si no hubiera explotado la crisis del crédito, la gran historia del verano de 2007
habría sido el crecimiento y preeminente papel que
están jugando los Fondos Soberanos de Riqueza (Sovereign
Wealth Funds, SWF) en los mercados financieros internacionales y
la polvareda política que
están levantando debido al fuerte desarrollo que
se da por descontado que disfruten en los próximos
años.
La de estos fondos es la historia de la inversión de
países con un fuerte superávit en balanza de pagos
y que ya no se contentan con invertir sus reservas de forma
conservadora en deuda del Tesoro, sino que quieren que su dinero
sea más rentable. Es la historia del llamado capitalismo
de Estado y de
los que se han convertido en grandes accionistas a largo plazo de
Barclays, Nasdaq y de Blackstone, entre otras firmas.
El departamento del Tesoro de Estados Unidos dice que no hay
una sola definición de lo que son estos fondos, que
efectivamente pueden tomar la forma de banco, una empresa, un
fondo regular o de pensiones, como el gigantesco de Noruega. El
Tesoro define a estos fondos soberanos como "vehículos
inversores financiados por el superávit de las balanzas de
pago cuyos activos se gestionan de forma distinta a las reservas
oficiales en manos de las autoridades monetarias". Los gestores
de estos fondos tienen "una mayor tolerancia del
riesgo", prosigue este departamento, "y esperan una mayor
rentabilidad
que los gestores tradicionales de las reservas oficiales". Sus
objetivos pueden ser varios: desde asegurar las pensiones de un
país, como Noruega o Kuwait, hasta financiar proyectos de
infraestructura o aislar los presupuestos
muy volátiles de fluctuaciones.
Lo que tienen en común es que son los Gobiernos los que
controlan estos fondos, en la mayoría de las ocasiones de
países emergentes, y aunque algunos, como Temasek (de
Singapur) y Adia (de Emiratos Árabes Unidos), se fundaron
en 1974 y 1976, respectivamente, es en estos últimos
años cuando su peso se ha dejado notar con más
fuerza y han
empezado a entrar en el accionariado de empresas occidentales de
cierta relevancia.
Dice Jan Randolph, director de análisis de riesgo
soberano de Global Insight, que en general se han hecho
más ricos, más grandes y son más numerosos
porque muchos mercados emergentes han disfrutado de un comercio exterior
muy activo gracias a su posición industrial o por las
materias primas en las que tienen una fuerte posición. "Es
como si les hubieran estado inyectando esteroides en estos
últimos cinco años", explica.
El profesor de la
New York University y director de Rgemonitor.com, Nouriel
Roubini, añadía además en un reciente
editorial para Project Syndicate que estos países han
podido acumular reservas que ahora alimentan el crecimiento de
esos fondos soberanos gracias "a políticas
cambiarias equivocadas, con divisas muy infravaloradas".
Según las estimaciones del FMI en su
último Informe de Estabilidad Financiera, los fondos
soberanos controlan entre 1,9 y 2,9 billones de dólares
(entre 1,4 y 1,7 billones de euros). Es una cifra modesta
comparada con los 53 billones de dólares de los activos
bajo gestión de inversores institucionales en mercados
maduros pero es más que los estimados 1,5 ó 1,7
billones de dólares de los hedge funds. Stephen Jen, jefe
de análisis de divisas de Morgan Stanley, calcula que
estos fondos pueden controlar unos 12 billones de dólares
en 2015 y que se convertirán "en uno de los factores
estructurales más importantes de futuro para los mercados
financieros".
No sólo crecen más rápido, sino que,
además, como su fuente de financiación es la
balanza de pagos, el coste de conseguir fondos, a diferencia de
los hedge funds, que se apalancan, es gratis. De momento, la
evolución de estos últimos
años no hace que esta previsión sea descabellada.
Randolph explica que en la última década han
crecido entre un 6% y un 7%, pero en los últimos cinco
años el crecimiento ha sido de un 13% anualmente como
media. Si se apalancaran, algo que no están haciendo pero
podrían hacer de forma barata, ya que tienen un alto
rating, el crecimiento sería del 25% o el 30%, dice este
analista, que califica esta remota posibilidad como una "segunda
ronda de esteroides". En cualquier caso, "lo que se ve es una
aceleración, y por eso son tan interesantes y están
llamando la atención de los mercados y de los
políticos", explica.
Parte de esta atención se deriva del hecho de que, al
ser más grandes, su comportamiento
ha cambiado. Se han convertido en inversores más activos,
"en otras palabras, desarrollan una estrategia en lo que se
refiere a la inversión y, de pasar a comprar deuda
americana o alemana con calificación de triple A y ser los
prestamistas de Occidente, ahora están pasando a ser los
poseedores de algunos de sus activos", explica Randolph. No
suelen invertir en su propio suelo porque no
siempre es posible y por evitar el recalentamiento de sus
economías. Los responsables de estos fondos se comportan y
hablan como los banqueros de inversión. De hecho, es de
este sector desde donde se ha captado la experiencia para su
gestión. Aunque la mayoría de los Gobiernos dan a
sus gestores el mandato de operar el capital, parte puede ir a
parar a los bancos de inversión.
Quienes no están tan contentos son los
políticos. Es cierto que estos inversores llevan dinero a
los mercados y normalmente son inversores pasivos a largo plazo,
todo un ideal. Sin embargo, tanto en la UE como en EEUU se
está empezando a sospechar de las intenciones de unos
Gobiernos con los que las relaciones son en algunos casos
tirantes. El temor es que con la propiedad de
activos llega la influencia, y se teme que algunos
regímenes utilicen este poder como arma política y
económica.
En Europa se pide transparencia a estos fondos y en EEUU ya se
argumentaron razones de seguridad
nacional para impedir que una compañía controlada
por el Gobierno de Dubai
se hiciera con el control de un
buen número de puertos del país. Para los
países en desarrollo es una excusa para el libre mercado
que desde Occidente se predica.
El capitalismo de
Estado
Desde EEUU y la UE se ha levantado la voz de alarma porque,
salvo en casos como el de Temasek o el fondo de pensiones de
Noruega, estos pool de capital soberano son muy poco
transparentes y en ocasiones se duda de si sus intenciones son
sólo económicas y no políticas.
A países que llevan décadas privatizando sus
empresas no les termina de cuadrar este llamado capitalismo de
Estado. La líder
alemana Angela Merkel ha sido una de las primeras en Europa en
levantar la voz de alarma. En China, el Gobierno le
prometió que CIC no tenía intención de
comprar participaciones estratégicas en grandes
compañías occidentales, pero lo que preocupa a
Merkel son Rusia y Gazprom y la posibilidad que el mercado de la
energía sea un arma política para este país.
Para Merkel, las compras de
empresas por fondos soberanos son un riesgo nuevo y se deben
analizar como en EEUU hace la agencia de inversiones extranjeras
(CFIUS). EEUU en alguna ocasión ha esgrimido la seguridad
nacional como motivo para no autorizar alguna compra, aunque
últimamente los fondos han invertido en lobbies y la
hostilidad se ha rebajado mucho.
Tanto Jean-Claude Trichet, presidente del BCE, como el
comisario Joaquín Almunia y el presidente de la SEC,
Christopher Cox, quieren que en este sector haya más
transparencia (algo que costó mucho pedir para los hedge
funds). Los políticos occidentales esperan que el FMI
establezca unas reglas del juego para
estos fondos, pero el organismo cuenta con muchos accionistas y
debe tener prudencia para no alienar más a los
países emergentes so pena de correr el peligro de ser
más irrelevante para ellos. De momento las reglas de
transparencia son voluntarias.
La participación del Estado en las empresas no es
nueva. El Instituto Nacional de Industria (INI) del gobierno
español
fue el propietario de las principales empresas de ese país
durante décadas. También las grandes empresas de
Italia, Francia o
Reino Unido fueron propiedad estatal. Pero a partir de los
ochenta se produjo una oleada de privatizaciones.
Sigue habiendo empresas públicas en numerosos
países y su participación en el mercado
internacional levanta suspicacias sobre su trasfondo
político, como en el caso de la energética rusa
Gazprom. Pero en el capitalismo protagonizado por estados y no
por empresas privadas, han cobrado protagonismo los fondos
soberanos, instrumentos de inversión de países para
sus inversiones foráneas. La crisis subprime ha afectado a
las principales entidades financieras. Ante la necesidad de
liquidez han acudido al rescate los fondos soberanos,
instrumentos de inversión de diversos países.
El gobierno chino ha invertido en Blackstone, Bear Stearns,
Morgan Stanley y Barclays. En el banco inglés
también participa el gobierno de Singapur. Desde esa
ciudad-estado y desde el fondo de Dubai salieron los recursos
necesitados por el banco suizo UBS. Y es Dubai el fondo
más activo ya que además participa en el Citibank,
HSBC, en el banco indio ICICI y hasta en la bolsa Nasdaq.
Parece un funcionamiento razonable, una especie de fondo de
pensiones, capitalizable. Pero a diferencia del caso del
mastodonte fondo de pensiones de los funcionarios de California,
estos fondos están gestionados por los gobiernos.
Es el caso del Fondo de Pensiones del Gobierno de Noruega,
también beneficiado por los ingresos del petróleo y
que no sólo tiene en cuenta la maximización de
beneficios. Dicho fondo desinvirtió de empresas de
defensa, mineras o de la empresa Wal-Mart
por razones éticas.
¿Pero que ocurriría si los fondos de
inversión de países no democráticos
decidieran gestionar sus inversiones por criterios
políticos? ¿Si en vez de razones éticas
fueran amenazas a la seguridad nacional? ¿Serían un
peligro para las democracias occidentales?
¿Quiénes
son los nuevos titanes de los mercados?
No son ni los bancos de inversión de Wall Street, ni
los ambiciosos fondos del capital riesgo, ni los agresivos hedge
funds. Los nuevos titanes del mercado global
son los fondos de inversión soberanos propiedad de los
países emergentes, como los recién creados en Rusia
y China, o los más antiguos, como la Abu Dhabi Investment
Authority o Temasek Holdings de Singapur.
Un nuevo estudio revela que esos fondos, cuyo capital procede
del masivo superávit comercial (en China o Singapur) o de
la venta de materias
primas (petróleo en Kuwait, Rusia y otros países,
cobre en Chile
o diamantes en Botswana), están poco a poco abandonando su
nicho de la deuda
pública para aventurarse en la bolsa, la deuda
empresarial, las materias primas o la inversión en fondos
de capital riesgo.
"En la última década, los países
emergentes han girado en redondo: de ser deudores netos al
extranjero, se han convertido en acreedores", dice Malan
Rietveld, uno de los autores del estudio "Gestión de la
Riqueza Soberana" (Soverign Wealth Management), publicado
recientemente por Central Banking Publications, en Londres.
En un último signo de la tendencia a invertir en nuevos
mercados, alejados del nicho de la deuda pública, Rusia
anunciaba en mayo de 2007 que su Fondo de Estabilización
se "dividirá en breve en dos: uno, con alrededor de
142.000 millones de dólares invertirá en deuda
pública; otro, de 24.000 millones de dólares,
invertirá en las bolsas internacionales".
El cambio ruso se produjo poco después de que China
anunciase que destinaría una parte de sus 1,2 billones de
dólares de reservas a un fondo soberano, que podría
invertir en bolsa. Se especula que su tamaño ronde los
300.000 millones de dólares. Hasta ahora, Pekín
invertía en activos muy seguros, pero
poco rentables; sobre todo deuda pública
estadounidense.
Incluso los fondos soberanos con mayor tradición en
inversión bursátil, como Temasek de Singapur
(creado en 1974) o la Kuwait Investment Authority (1960),
están siendo ahora más agresivos. Temasek, por
ejemplo, compró en 2006 el 11,5% de Standard Chartered, el
banco británico. A fines de abril de 2007, el fondo de
Qatar dejó temblando a muchos cuando adquirió por
sorpresa casi un 15% de J. Sainsbury, una de las principales
cadenas de supermercados del Reino Unido, por 1.400 millones de
libras. Y la Abu Dhabi Investment Authority también ha
realizado grandes compras recientemente.
Dubai International Capital, uno de los fondos de
inversión de Dubai Holding, que a su vez gestiona la
inversión del emirato de Dubai, se convirtió el
martes 1 de mayo de 2007 en uno de los mayores accionistas de
HSBC, el banco británico, en una compra que
sorprendió a la City de Londres.
Según Reuters, que cita datos de Dealogic, los
gobiernos y los inversores particulares de Arabia Saudita,
Emiratos Árabes Unidos, Kuwait y otros tres países
productores de petróleo del Golfo Pérsico gastaron
en 2005 y 2006 alrededor de 67.000 millones de dólares en
compras de empresas extranjeras, más de tres veces lo que
invirtieron durante los ocho años anteriores.
Pero la tendencia a crear fondos soberanos que inviertan
más allá de la deuda pública no es un hecho
aislado de los países emergentes. Noruega ha elevado en
las últimas semanas el porcentaje máximo que su
fondo de pensiones (cuyo capital procede del petróleo)
invierte en bolsa del 40% al 60%. Y España se
plantea invertir en bolsa parte de los 40.000 millones de euros
de la hucha de las pensiones.
¿Cuál será el impacto de estos nuevos
titanes en los mercados? Y, sobre todo, ¿sus inversiones
tendrán un carácter meramente financiero, buscando
siempre la mayor rentabilidad a largo plazo con el menor riesgo,
o también político? Muchos temen que el factor
político cause problemas
pronto.
¿Los Fondos
Soberanos amenazan la… "globalización"?
Ironicamente, el campo financiero, hasta ahora considerado la
vitrina de la "globalización", podría experimentar
una "recompra" por los gobiernos nacionales, en la medida en que
un número creciente de ellos usara las "reglas del juego"
para capitalizarse y lograr mejores condiciones para proteger a
sus países de los efectos de las jugarretas financieras
globales.
Uno de los instrumentos de esta contraofensiva estatal son los
llamados fondos de riqueza soberana (sovereign wealth funds
(SWFs), en la jerga globalista), que, aunque existen desde hace
décadas en algunos países, apenas en los
últimos años comenzaron a ser más populares
entre los países propietarios de grandes saldos
comerciales a favor, tanto como forma de protección contra
inestabilidades cambiarias o actuando como fondos de
inversión que en nada se diferencian de sus similares
privados, con la diferencia -fundamental- de que su control
está en manos de gobiernos.
Hasta ahora, su discreta actuación en el mundo de las
finanzas
globalizadas había pasado casi desapercibida, pero con la
enorme suma de recursos reunidos en esos fondos ya surge como una
fuerza considerable, que está preocupando sobremanera a
los próceres de las altas finanzas globales. En tanto
tales fondos concentraban sus recursos en activos como los
títulos del Tesoro de EEUU, los "globalizadores" no se
preocupaban mucho de ellos, pero, en la medida en que comienzan a
flexionar los músculos en busca de inversiones más
atractivas, empiezan a ser vistos como una amenaza a la propia
"globalización" financiera.
Fondos de riqueza soberana
(en miles de millones de dólares, marzo de 2007;
fuente: Morgan Stanley)
País
Estimación de activos
Inicio
Emiratos Árabes Unidos
875
1976
Singapur
430
1974
Arabia Saudita
300
n.d.
Noruega
300
1996
China
300
2007
Kuwait
70
1953
Australia
40
2004
EU (Alaska)
35
1976
Rusia
32
2006
Brunei
30
1983
Corea del Sur
20
2003
El "Conundrum de Greenspan" y la liquidez
internacional
En febrero de 2005, Alan Greenspan, quien presidía la
Reserva Federal de los Estados Unidos, dio un discurso en el
cual advirtió que se estaba viviendo un "Conundrum" en las
tasas de interés
norteamericanas. Esto se debía a que si bien la Fed se
encaminaba hacia su segundo año consecutivo de
apretón monetario (subiendo la tasa de referencia -Fed
funds-), las tasas de largo plazo no acompañaban esa misma
suba, sino que se mantenían inusualmente estables
La causa principal que gestaba este fenómeno era la
abundante liquidez internacional que se invertía en bonos
del tesoro norteamericano de largo plazo, y ello conducía
a un descenso de las tasas de interés que pagaban estos
instrumentos (simplemente por la ley de oferta y
demanda). Esta liquidez que ha venido inundando al mundo de
dólares, se ha visto reflejada en tasas de interés
internacionales históricamente bajas, así como un
notable descenso en las primas de riesgo para las
economías emergentes, a la vez que se ha producido un
extraordinario aumento en el precio de los commodities (todos
efectos que han conducido a la bonanza actual en los
países emergentes).
Como es sabido, el gran ahorrador a nivel mundial ha sido
China que ha desarrollado un proceso
creciente de integración a las corrientes globales de
comercio. Este
inmenso y nuevo ahorrador global ha acumulado reservas
internacionales en la forma de bonos del tesoro norteamericano de
largo plazo, cuyo objetivo
principal ha sido no permitir apreciar su moneda frente al
dólar para favorecer a su sector exportador. Sin embargo,
mantener ese ahorro bajo la
forma de bonos estadounidenses ha tenido un inmenso costo de
oportunidad: el de invertir en activos más rentables
tendiendo a la eficiencia en el
manejo de las reservas. Es por esta razón que en el
transcurso de este año, las autoridades han decidido
instaurar un fondo soberano para el manejo eficiente de sus
reservas internacionales.
El gobierno chino ha lanzado una política de
diversificación de sus reservas, y de hecho la
inversión china en el mes de abril de 2007 fue una
vendedora neta de bonos del Tesoro norteamericano (por primera
vez desde octubre de 2005). Si bien la estrategia de
diversificación de las reservas chinas es promovida por un
eficiente manejo del portafolio gubernamental, es claro que de
comenzar a gestarse el proceso de desprendimiento de bonos
estadounidenses, se dará de forma muy gradual para evitar
grandes pérdidas en su portafolio (no "vender barato") y
al mismo tiempo no
generar presiones alcistas sobre la moneda local (el Yuan).
Algunos gobiernos han empezado a considerar estas inmensas
reservas como un fondo que debe ser invertido en busca de mejores
retornos, en lugar de limitarse a defender la estabilidad de sus
monedas. "Si invertimos en bonos del Tesoro y conseguimos
(retornos) del 4% o del 5%, la inflación se lo come todo",
dice Sheikh Hamid, primer ministro de Qatar. "Necesitamos
ganancias más altas".
Pero esta ola de inversiones acarrea varios riesgos. La
presión
política para bloquear o restringir esta clase de acuerdos
parece estar en aumento. Por ejemplo, un acuerdo de una empresa
de Dubai para comprar una firma británica que
poseía varios puertos en EEUU se topó con la terca
resistencia de
los políticos estadounidenses. La empresa
árabe optó por vender los puertos en EEUU
voluntariamente. Otro riesgo es que las inversiones no den los
resultados esperados. Los inversionistas japoneses, por ejemplo,
perdieron mucha plata al invertir en bienes raíces en
Nueva York en los años 80 y Singapur también
perdió dinero tras la explosión de la burbuja
tecnológica a inicios de esta década.
Patrones
cambiantes
Ahora resulta que los fondos soberanos de varios países
que antes fueron colonias de los europeos fundamentalmente
están viéndose como una amenaza para los
países desarrollados. Una vez más la visión
estrecha del colonialismo sigue presente en los gobiernos de los
países que tanto han apoyado la libre circulación
de todo, incluyendo especialmente los recursos financieros.
La imposición del capitalismo salvaje en todo el mundo
propiciada por ellos ahora se torna en contra de sus muy
particulares intereses, por lo que se muestran preocupados y
proponen que existan reglas claras sobre qué y cómo
se puede aceptar la intervención de estos fondos soberanos
en las empresas mediante participaciones parciales o compra
total.
Los fondos son el resultado de las magníficas ganancias
que han obtenido por primera vez muchos países gracias
específicamente a los precios del petróleo y del
gas, y que en
los últimos tiempos, por cierto, el barril del primero ha
alcanzado una cifra récord cercana a los 100
dólares.
Así, estamos viendo que países como China,
Qatar, Singapur y otros han acumulado tales niveles de reservas
que no son suficientes los rendimientos que les proporciona, por
ejemplo, la compra de bonos del Tesoro estadounidense y, dentro
de la lógica
del capitalismo, buscan obtener un mayor rendimiento por su
dinero, lo cual resulta normal en la economía actual.
El único problema es que los países
desarrollados nunca pensaron que los hoy llamados emergentes
llegarían a tener tal tamaño de riqueza que hiciera
verlos minimizados en el mundo actual. Ellos, los que llevan
cientos de años expoliando las economías del tercer
mundo, se sienten agredidos.
Hasta la llegada de estos fondos soberanos, las
políticas de los organismos internacionales, apoyados
fundamentalmente por los países desarrollados, eran que
todos abrieran sus mercados y que quien ofreciera los mejores
recursos se quedara con el pastel. Además, han insistido
una y otra vez que se abrieran a la participación
extranjera los sectores que se consideran estratégicos.
Pero ahora que los posibles compradores de esas áreas en
sus propios países no son nacionales, o por lo menos
nacionales de otros países ex colonialistas, se muestran
preocupados.
El problema está en que el pastel completo lo quieren
para los que tradicionalmente se han quedado con todo, y esto por
lo visto está por acabarse debido a los cuantiosos
recursos sobrantes que tienen algunos países
emergentes.
Hay países como Francia que, en el colmo del nacionalismo,
han vetado la compra de industrias nada
estratégicas. Tal fue el caso de la empresa alimentaria
Danone, que quería comprar la Pepsico, y el anterior
gobierno del señor De Villepin vetó.
De lo que no se han dado cuenta es que el monstruo que
engendraron con el libre comercio se
ha vuelto principalmente contra ellos y quieren dar marcha
atrás, lo cual pareciera una contradicción dentro
de las reglas de este capitalismo salvaje propiciado por ellos
mismos, apoyados por los organismos internacionales
fundamentalmente.
En la globalización la llegada de estos fondos
soberanos a los únicos que ha puesto a temblar ha sido a
los que han dominado el mundo en el último siglo y ahora
tratan de que no se salgan de su control, lo cual es
imposible.
O nos ponemos de acuerdo en cómo debe desarrollarse el
mundo para que exista menos pobreza y
desigualdad o de plano que sean las famosas fuerzas del mercado y
la mano invisible las que lo determinen. Lo único que no
se vale es pedir reglas abiertas para afuera y adentro exigir la
protección total, de acuerdo a sus "intereses
nacionales".
Los nuevos dilemas
Un nuevo debate en la
arena financiera internacional aún sin respuesta final
está conectado con los fondos de inversión privados
(FIP) propiedad de gobiernos. Países como China, Qatar,
Rusia, Singapur, y Noruega, entre otros, canalizan por su
intermedio sus excedentes de reservas para adquirir activos de
otros países. Podría incluirse a Venezuela
dentro de esta misma categoría, aunque utiliza otros
medios.
La realidad es que un grupo de naciones emergentes son
exportadoras voluntarias de capital, principalmente hacia el
mundo desarrollado, como vía de diversificar las fuentes de
retorno de su enorme ahorro doméstico, retroalimentado en
algunos casos por la bonanza derivada de sus exportaciones
petroleras.
Este nuevo escenario plantea preguntas sin respuestas
fáciles, pues su dinámica trasiega aspectos sutiles cuyas
consecuencias eventuales trascienden las reglas de la libre
movilidad de los capitales entre países. Es un resultado
nuevo en la historia reciente del mundo cuyas consecuencias
aún no han sido bien evaluadas, máxime cuando las
naciones inversoras están ubicadas en el mundo
emergente.
La bonanza por la que atraviesan, en algunos casos incluso con
altas tasas de ahorro doméstico hace que, colmadas sus
necesidades de acumulación de reservas, salgan a la
búsqueda de nuevos canales para asignar sus excedentes
financieros. Si eso corresponde al intento de una mayor
rentabilidad, podrían compararse sus efectos al de una
inversión privada pura.
Pero por las características del inversor -otro estado
soberano- existen también otros riesgos o resultados
adversos para el país receptor de los flujos. Sólo
basta pensar en una querella comercial con una entidad cuyo
propietario es otro estado soberano, para comprender que entran
de lleno en escena aspectos políticos entre naciones.
¿Y cuáles serían los riesgos potenciales, si
algún país con una cultura o
sistema
político diferente invierte en otro estado en
actividades conectadas con la información, la educación o la
cultura?
Podría decirse que en la fase imperial del capitalismo,
cuya cúspide fue el imperio británico, ya hubo una
situación donde coexistía una línea muy
tenue entre los intereses privados y los estatales. Pero
después de la primera guerra
mundial, ese escenario entró en agudo decaimiento para
dar paso a grandes empresas transnacionales de propiedad privada
cada vez más difusa y diseminada por distintos confines
del mundo.
Sin darnos cuenta, hemos entrado en una fase cuyo entorno
operativo posibilita que unos estados puedan ser propietarios
-por vía directa o indirecta- de activos localizados en
otro estado soberano. Y la diferencia radica en que un estado de
por sí, puede ser un propietario con objetivos diferentes
a los de un inversor privado. éste, por lo general, busca
la maximización del retorno financiero de su
inversión, y en base a esto es que operan los incentivos y los
marcos regulatorios, generalmente comunes a los que se aplican a
un empresario
local. Eso delineó reglas, e incluso maneras de proteger o
regular actividades de interés para los estados o sus
sociedades.
Oponerse a los excesos de una empresa privada, por más
poderosa que sea, es tarea relativamente fácil cuando se
la compara a las dificultades y consecuencias de regular una
entidad cuya propietario mayoritario es otro estado soberano que
puede ser más rico, y por tanto más poderoso, que
la nación
reguladora.
¿Hay respuestas? Lo reciente del tema sólo ha
arrojado voces de
alerta sobre cómo prepararse ante nuevas conductas de los
flujos financieros, con visos de aceleración creciente. En
los setenta el reciclaje de los
excedentes financieros se canalizó en parte a
través del sistema bancario
internacional y los destinatarios fueron los países en
desarrollo. Sus excesos dieron lugar a la crisis de la deuda de
los ochenta. Hoy existen nuevas vías, siendo la
inversión directa una de las alternativas para disipar la
acumulación de saldos ociosos.
El debate está abierto, aunque hay ya un cierto
denominador común en las respuestas que cubre todo el arco
ideológico, desde el campo liberal hasta el
tradicionalmente más restrictivo expresado en posturas
nacionalistas. Esa posición común estaría
diciendo que hay ciertas áreas reservadas, donde este tipo
de inversión no puede realizarse. Las referencias obvias
son los campos de la cultura o los distintos modos de
difusión de la información. Siguen en orden de
importancia las referidas a los recursos
naturales, para culminar en actividades privatizadas. La
razón de esto último es que no tiene sentido
re-estatizar una actividad, cuando a su vez el soberano en ese
caso es extranjero.
Dicho esto, es obvio que este nuevo tipo de transacciones una
vez desatadas han llegado para quedarse. Por tanto, no es
cuestión de oponérseles ya que sería
infructuoso, sino de buscarles cauces apropiados. Y en eso es
donde están las dificultades mayores, siendo por el
momento el consenso primario que esos recursos sean administrados
profesionalmente a través de grandes fondos de
inversión privados cuyo único propósito sea
lograr mayores retornos. Con ello, su aplicación
sería totalmente independiente de fines políticos o
de otra índole.
El eterno viaje de ida y
vuelta
Los países emergentes surten a los países
desarrollados de un gran número de materias primas y
manufacturas baratas, pero el dinero que obtienen vuelve a
Occidente invertido en bonos y valores.
Unos datos ilustrativos: los cálculos de la Agencia
Internacional de la Energía (AIE) establecen que el 80%
del petróleo que se produce en el mundo se extrae de
regiones emergentes, mientras que las economías más
avanzadas consumen casi el 60% de ese crudo. Esta dinámica
ha hecho que los países de la OPEP ingresaran
en el año 2007 más de medio billón de
dólares por la exportación de oro negro.
Pero ese dinero ya no sólo se dilapida en suntuosos
palacios del jeque de turno, como antaño. Qatar y Dubai
pugnan ahora por hacerse con el control de la Bolsa de Londres. Y
el Instituto de Finanzas
Internacionales (IIF) calcula que las naciones del golfo
Pérsico han invertido más de 540.000 millones de
dólares en los últimos cuatro años en
diversos activos de economías occidentales. En retorno, el
flujo de inversión directa extranjera hacia países
en desarrollo ascendió en el año 2007 a la cifra
récord de 550.000 millones, según el IIF.
Pero el ciclo no para, sigue en movimiento. Los datos
divulgados por el Tesoro americano ponen de manifiesto que
más del 40% de la deuda emitida por Estados Unidos
está directamente en manos de países como China,
Brasil,
Argelia, Rusia o Polonia. En julio de 2007 (último mes del
que se disponen datos), el flujo de capitales foráneos a
EEUU superó los 100.000 millones; el déficit por
cuenta corriente de todo el año asciende a 800.000
millones. "Todo está conectado".
Un lugar donde se ve con mucha claridad es en el tipo de
cambio. La práctica totalidad de los países
asiáticos, del golfo pérsico y también de
América
Latina tiene una vinculación con el dólar. Eso
implica que esos Estados no pueden dejar de almacenar
dólares para poder responder al tipo de cambio al que
están sujetos. Y la mejor manera de atesorar
dólares es comprar bonos denominados en esta divisa. La
moneda estadounidense cumple así el papel que el oro
desempeñó desde finales del siglo XIX y, en cierta
medida, hasta la pasada década de los setenta, y EEUU se
ha garantizado de esta forma una financiación constante de
su endeudamiento.
"El riesgo consiste en qué sucedería si estos
países se cansaran de tener dólares y comenzaran a
venderlos en el mercado. Eso podría llegar a representar
una debacle para la moneda americana", subraya Antonio Villaroya,
jefe global de estrategia de tipos en Merrill Lynch. Basta con
echar un vistazo a la distribución mundial de las reservas
en divisas, la gran mayoría de ellas en dólares.
China posee un 23,2% del reparto global, más de 1,33
billones; Rusia tiene más de 407.000 millones (un 7,4% del
total); India, unos
239.900 millones (el 3,97%); Brasil, 162.550 millones (2,7%) y
México,
73.240 millones (1,27%).
Se comprende así que, para desesperación de los
agricultores y los trabajadores de las fábricas
estadounidenses, la Casa Blanca no ponga demasiado énfasis
en que economías como China revalúen de una vez por
todas su moneda, devolviendo así la competitividad
que han perdido los productos
occidentales.
Tal vez, tal vez…
El auge de los fondos soberanos -que gestionan los miles de
millones de dólares que han cosechado en los
últimos años las economías exportadoras y
los países productores de petróleo y commodities-
ha llevado a renovados esfuerzos para asegurar que los gobiernos
no utilicen estas sociedades como armas
financieras.
Preocupada por una posible reacción global en contra de
la inversión internacional y por un aumento del
proteccionismo, la secretaría del Tesoro de Estados Unidos
prefiere una estrategia minimalista: reglas voluntarias de
"mejores prácticas". Pero incluso los libremercadistas
dudan de este enfoque, porque no es posible hacer cumplir esas
prácticas.
Un concepto distinto
puede tener más sentido: hacer que las actividades de
estos fondos sean un nuevo punto en la agenda del comercio global
y negociar un acuerdo entre los países que tienen estos
fondos y las economías que reciben sus inversiones. Los
que infrinjan el acuerdo podrían ser sancionados con
prohibiciones sobre inversiones futuras.
El tema de los fondos soberanos dominó una
reunión reciente de los ministros de finanzas del Grupo de
los Siete países más industrializados. El G-7, que
incluye a EEUU, Canadá, Alemania,
Francia, Italia, Gran Bretaña y Japón,
emitió después un comunicado diciendo que si bien
sus economías "pueden beneficiarse al abrirse" a estos
fondos, el Fondo Monetario
Internacional y el Banco Mundial
deberían examinar aspectos como la estructura,
transparencia y responsabilidad de estos vehículos de
inversión.
La razón de toda la preocupación es que estos
fondos cuentan actualmente con entre US$ 2 billones (dos millones
de millones) y US$ 3 billones para invertir, una cantidad que
podría llegar a US$ 13/15 billones en los próximos
10 años. Con ese tamaño, "ellos son el sistema
financiero global", dice el ex economista jefe del FMI Kenneth
Rogoff en declaraciones a The Wall Street Journal America.
Algunos de los fondos más grandes pertenecen a los
países en los que menos confían los inversionistas
de EEUU y Europa: China, Arabia Saudita, Rusia, Kuwait y los
Emiratos Árabes Unidos. De momento, los fondos soberanos
han adquirido mayoritariamente deuda de gobierno, contribuyendo
así a la estabilidad mundial.
Pero los críticos piensan que no continuarán
actuando de esa manera. Como ejemplo señalan la compra a
comienzos del año 2007 de una participación de casi
un 10% en la firma estadounidense de capital privado Blackstone
Group por parte de China.
Christopher Cox, presidente de la Comisión de Bolsa y
Valores de Estados Unidos, incluso expresó que esos fondos
soberanos podrían usar "el enorme volumen de
información clasificada" que recogen sus agencias de
espionaje, convirtiéndolos así en "la herramienta
definitiva en el uso de la información privilegiada".
La secretaría del Tesoro, que suele ser alérgica
a la regulación, dice que las mejores prácticas
deberían ser suficientes. Un principio debería ser
que las "inversiones sean impulsadas por un fin comercial", dice
el subsecretario del Tesoro David McCormick.
La meta: conseguir, por ejemplo, que el fondo soberano saudita
actúe como el fondo de la dotación de la Universidad de
Harvard, y no como el equivalente financiero de un avión
de combate.
Tal vez, tal vez… se pueda contemplar un esquema
"alternativo". Es un proceso de dos etapas. En la primera,
Estados Unidos, Europa y Canadá, que tienen intereses
comunes, elaborarían posiciones conjuntas sobre las
cuestiones más urgentes: ¿Hay que limitar la
inversión de los fondos soberanos a participaciones
minoritarias? ¿Hay sectores prohibidos para estos fondos,
como la defensa, los medios u otros? ¿Deberían los
países cuyos fondos invierten en ciertos sectores, por
ejemplo, servicios financieros, estar obligados a abrir en sus
países esos mismos sectores a la inversión
extranjera?
En una segunda fase participarían los gobiernos de los
fondos. ¿La razón? Mantener el acceso más
libre posible a la inversión en los mercados más
ricos del mundo.
Las negociaciones podrían comenzar con una decena de
países que tienen los mayores fondos, de lo contrario
podrían darse conversaciones interminables como ocurre con
la Ronda de Doha en la que participan 150 naciones.
Gary Hufbauer, especialista de comercio en el Peterson
Institute for International Economics, un centro de estudios en
Washington, dice que las negociaciones deberían mantenerse
bajo un auspicio neutral para reducir la sensación de que
EEUU y Europa son quienes dictan los términos. él
propone al Centro Internacional de Arreglo de Diferencias
Relativas a Inversiones (CIADI), que tiene vínculos
estrechos con el Banco Mundial.
La compra del Citi por
Abu Dhabi reveló la nueva cara de las
finanzas
Comienza a perfilarse la silueta de un tsunami que pronto
arrasará los mercados y determinará el
comportamiento de las inversiones: los llamados fondos soberanos
(sovereign wealth funds) poseen actualmente una "potencia de
fuego" de US$ 2,2 billones y seguirán creciendo en forma
exponencial hasta llegar a US$ 13,4 billones en la próxima
década, según las previsiones del banco Standard
Chartered.
Su poder se vio en diciembre de 2007, cuando ADIA (Abu Dhabi
Investment Authority) invirtió US$ 7.500 millones para
comprar 4,9% del capital del Citigroup. Por tratarse de una
empresa emblemática del sistema bancario internacional,
esa operación causó estupor en Estados Unidos.
Ese instrumento financiero no tiene nada que ver con los
fondos de pensión (creados por las cajas privadas de
jubilación para rentabilizar sus haberes), ni con los
fondos de inversión (concebidos por inversores interesados
en obtener rápidos beneficios) y mucho menos con los hegde
funds (operaciones
especulativas de corto).
Los fondos soberanos se llaman de esa manera porque fueron
creados por los Estados o los bancos centrales de países
emergentes para invertir los excedentes monetarios que provienen
de la estampida de precios del petróleo (en el caso de los
países árabes) o de sus superávits
comerciales (China). Algunos países opulentos, como
Noruega y Canadá, copiaron esa experiencia.
Algunos de esos fondos soberanos ya comenzaron a devorar a los
de inversión: en mayo de 2007, la China Investment
Corporation (CIC) invirtió US$ 3.000 millones para comprar
un 10% de Blackstone, uno de los tres fondos de inversiones
más grandes del mundo. La toma de participación del
48% de la Bolsa de Londres por parte de los fondos de Dubai (28%)
y Qatar (20%), concretada en septiembre de 2007, es otro ejemplo.
En otras operaciones recientes también adquirieron
porciones significativas del Nasdaq en Estados Unidos, los bancos
Barclays y Bear Stearns y la cadena de grandes tiendas
Sainsbury"s.
Los US$ 2,2 billones calculados por Standard Chartered
corresponden sólo a los fondos de los países
emergentes. Pero, sumados a los de países ricos como
Canadá y Noruega, se llega a US$ 3,4 billones.
"Esos nuevos actores crean un problema", asegura Steffen Kern,
del Deutsche Bank.
Lejos de adoptar una actitud
prudente frente al temor de Occidente, esos fondos están
decididos a intensificar su ofensiva. Frente a un severo problema
de refinanciamiento, el gigante bancario suizo UBS AG
recurrió a los gobiernos asiáticos y del Medio
Oriente, los que se están convirtiendo en los prestamistas
de última instancia de muchas entidades financieras
internacionales.
Para los fondos soberanos, es atractivo invertir en bancos e
instituciones financieras debido a los bajos precios de las
acciones y las oportunidades de relacionarse con firmas como UBS,
las cuales ofrecen experiencia calificada en servicios de
banca
privada.
Hoy, más de un tercio de las acciones de la
controladora de la Bolsa de Londres está en manos de dos
firmas d Medio Oriente respaldadas por el gobierno: Borse Dubai y
la autoridad de Inversión de Qatar. Londres se ha
transformado en un centro neurálgico para muchos banqueros
y abogados de EEUU y Europa que viajan frecuentemente al Medio
Oriente para orquestar acuerdos financieros.
Los fondos soberanos "son muy listos y están analizando
todas las oportunidades disponibles hoy en el mundo", afirma Guy
Cornelius, un director administrativo del departamento de renta
fija de Lehman Brothers Holding. "Están viendo todo porque
tienen el mayor crecimiento de capital y son muy, muy
sofisticados, saben que tiene la sartén por el mango y
tienen la capacidad de obtener condiciones fantásticas
para sus inversiones de largo plazo".
Sin embargo, las crecientes alianzas entre las firmas
financieras occidentales y sus nuevos pares de Asia y Medio
Oriente podrían provocar más intromisiones
gubernamentales en EEUU y Europa.
Además, el Grupo de los Siete principales países
industriales está tomando medidas para responder a la
creciente influencia de los fondos soberanos. Representantes del
G7 temen que estos fondos se conviertan en una fuente de
volatilidad para los mercados financieros o causen problemas de
seguridad nacional si intentan comprar participaciones en
empresas que son sensibles desde el punto de vista de la
seguridad.
"Todos los participantes de los mercados financieros globales
deben ser tratados por
igual", declaró ayer a través de un comunicado Tony
Tan, un ex viceprimer ministro de Singapur y actual
vicepresidente de la Corporación e Inversión del
Gobierno de Singapur. "El proteccionismo financiero
debería evitarse".
– El financiamiento soberano también presenta
riesgos (Wall Street Journal -online- 14/12/07)
"El fondo soberano de Abu Dhabi ha invertido US$ 7.500
millones en Citigroup, el conglomerado financiero estadounidense.
Singapur ha colocado US$ 9.720 millones en UBS, el gigante
bancario suizo. China puso US$ 3.000 millones en Blackstone
Group, el coloso estadounidense del capital privado.
¿Se trata de un fenómeno bueno o malo? La
respuesta es sí.
Es un poco extraño, por decir lo menos, que Occidente
empiece a reclamar cuando los gobiernos de Asia y Medio Oriente
inyectan, a través de sus fondos soberanos, capital para
apuntalar los balances de bancos que son fundamentales para la
salud de la
economía
mundial. La economía de Estados Unidos necesita US$
2.000 millones diarios provenientes del extranjero para seguir
funcionando. La forma de obtener este dinero es mediante la
colocación de deuda o la venta de participaciones en
empresas como Citigroup y Bear Stearns.
Incluso si excluimos las vastas reservas en manos de los
bancos centrales asiáticos, los fondos de riqueza soberana
acumulan cerca de US$ 3 billones (millones de millones) en
activos y, según algunas estimaciones, la cifra se
encamina a llegar a los US$ 12 billones. Es decir, los fondos
soberanos son más grandes que los fondos de cobertura y
las firmas de capital privado combinados, aunque estos dos
últimos magnifican sus apuestas a través de altos
niveles de endeudamiento.
Los fondos soberanos plantean al menos tres riesgos.
• La primera preocupación es la reacción de
los países que reciben estas inversiones. Los
estadounidenses, con algunas vacilaciones, aceptan la
inversión extranjera, en especial si adopta la forma de
empleos en una planta de Toyota o una reducción de precios
en los planes de telefonía
celular gracias, en parte, a la competencia de
T-Mobile, una filial de la empresa alemana Deutsche Telekom. Sin
embargo, la feroz reacción en contra de la propuesta de
compra de varios puertos estadounidenses por parte de Dubai Ports
World elevó, por sí sola, las barreras a la
inversión extranjera directa en todo el mundo. Eso sirve
como recordatorio del alto grado de ansiedad que existe frente a
la globalización y con qué rapidez los
políticos pueden responder a ella.
La idea de que gobiernos no democráticos compren
empresas estadounidenses en su totalidad, o participaciones lo
suficientemente grandes para ejercer una gran influencia, es la
carnada perfecta para que entren en escena los xenófobos y
los proteccionistas.
"Si Estados Unidos ataca un problema (las preocupaciones
particulares ligadas a que el gobierno posea empresas), con otro
(traicionar nuestro compromiso con la apertura de los mercados),
sólo resultará en más injerencia estatal en
nuestros propios mercados" advirtió en un discurso
reciente Christopher Cox, el presidente de la Comisión de
Bolsa y Valores de EEUU (SEC). No es de extrañar,
entonces, que el gobierno estadounidense quiera que los fondos
soberanos se ciñan a alguna suerte de código
de conducta.
• La segunda preocupación es tanto
económica como política. Cuando Cerberus Capital
Management, una firma de capital privado, engulló a
Chrysler, la tercera automotriz estadounidense, hubo por lo menos
una certeza: lo hizo por dinero.
Las empresas de capital privado compran a precios bajos y
venden a precios altos. Esa es la razón de ser del
capitalismo y los mercados. Una de las principales preocupaciones
acerca de los fondos soberanos es que lograr una ganancia no es
la única razón por la cual invierten.
Resultaría irónico si un prolongado
período de privatización de empresas, desde China a
Francia, que claramente ha ayudado a hacerlas más
eficientes y productivas, llegara a su fin y fuera reemplazado
por una renacionalización transfronteriza. "La
lógica del sistema capitalista", ha señalado el ex
secretario del Tesoro de EEUU Lawrence Summers, "depende de que
los accionistas obliguen a sus empresas a… maximizar el valor
de sus activos. No está claro si esta va a ser, con el
tiempo, la única motivación de los gobiernos como
accionistas".
Un inversionista privado saudita con una participación
de 5% en Citigroup contribuyó a sacar del puesto al
presidente ejecutivo. ¿Podemos estar seguros de que un
país exportador de petróleo con una
participación del 5% no tratará de influir en la
decisión del banco de financiar alternativas al
petróleo?
• La tercera preocupación es la torpeza. Cuando
los grandes inversionistas cometen equivocaciones igual de
grandes, las consecuencias no sólo recaen sobre los
accionistas".
Del susto… a los
blindajes
Este nuevo empleo de los
fondos invertibles ha desatado las primeras señales
de alarma. Un tímido "no pasarán" asomaba ya en
la carta que
el presidente Sarkozy y la canciller Merkel enviaron a sus
colegas de la UE días antes de la Cumbre de Lisboa el
pasado octubre. El porqué del miedo es claro: gobiernos
extranjeros a la caza de nuestras mejores empresas. Y, lo que es
peor, gobiernos que distan de tener claras credenciales de
respeto a las
leyes del
mercado. La entrada de China en Barclays o de Rusia en EADS,
alimentan este tipo de temores.
Sin embargo, si eso fuera todo, estaríamos ante un
falso problema. Históricamente, los fondos soberanos se
han limitado a buscar buenas rentabilidades. Como cualquier
inversor. Si siguen actuando así, serán una
oportunidad, no un riesgo. Más aún si como en el
caso del Citibank se dedican a salvar a ciertos bancos de los
errores de sus gestores. Deberá exigírseles una
mayor transparencia en sus órganos de gobierno, en la
gestión y contabilidad
de sus fondos, en sus criterios de inversión. Nada que un
par de confusas directivas comunitarias no pueda arreglar.
El auténtico riesgo reside en que esos vehículos
de inversión se utilicen para ganar espacios de
influencia. En definitiva, si Rusia decide utilizar su Fondo de
Estabilización como ya usa Gazprom: como un instrumento
más de una agresiva política exterior.
Y lo es por dos razones. La primera, porque la sociedad
internacional ha cambiado. El mundo unipolar tutelado por los
EEUU quedó sepultado en las arenas del Golfo y bajo los
rascacielos de Shangai. Nuevas potencias emergen, China o la
India, y se van reafirmando como actores globales. Rusia trata de
recuperar su viejo papel de gran potencia. Y la segunda
razón es que esos recién llegados (o recién
retornados) al "gran juego" no necesariamente comparten el
modelo
anglosajón de relaciones
internacionales. Apuestan, al menos por ahora, por las
relaciones de poder. Su única guía es conseguir el
propio interés nacional. El mundo puede permitirse que un
pequeño país se comporte así. Pero no que lo
haga una gran potencia.
Los fondos nacionales salvan las cuentas de los
bancos en crisis, pero inquietan a los accionistas. Los fondos
soberanos han irrumpido con una fuerza inusitada en las
instituciones financieras internacionales. La mecánica de esta irrupción es la
compra de importantes participaciones accionariales en bancos o
instituciones financieras afectadas por la crisis crediticia. El
dinero fresco procedente de China, de los emiratos árabes
o del sureste asiático está compensando el terrible
daño
que causan los fallidos de los activos hipotecarios en las
grandes entidades de crédito.
Está claro que en condiciones de bonanza
económica las instituciones financieras no hubieran
recurrido al dinero de los fondos soberanos para reforzar su
capital. Es inevitable, por tanto, que la aparición de
capitales chinos o de Abu Dhabi en los bancos occidentales genere
tensiones. Una primera fuente de conflicto es
que la entrada de capital compensa las pérdidas o el
crecimiento de las provisiones, pero diluye la
participación de los accionistas tradicionales. El dinero
de los soberanos salva la cabeza de ejecutivos apurados, pero
molesta a los accionistas.
La inquietud más acusada proviene de la opacidad
política y corporativa de las inversiones. Es verdad que
hay fondos transparentes, como el noruego, el chileno o los
asiáticos de Singapur u Hong Kong. Sus reglas de
inversión, sus criterios de rentabilidad y sus objetivos
financieros son públicos y se conocen además los
estrictos controles que ejercen sobre ellos sus gobiernos o sus
depositantes. No es el caso de otras instituciones, como las
agencias chinas o las de los países del Golfo, cuyos
objetivos son desconocidos y pueden confundirse con los intereses
políticos o estratégicos de sus países
respectivos. Por ejemplo, el 10% del capital de Morgan Stanley
puede ser un arma poderosa de presión en manos de un
inversor cuyas apetencias vayan más allá de la
obtención de rentabilidad.
Hay precedentes del caos generado por la gestión
corrupta y poco democrática de un fondo soberano. Hoy el
riesgo es mayor, porque las agencias de inversión son
más poderosas y los gobiernos que las respaldan tienen
mayor influencia. Por esa razón, los gobiernos
deberían exigir transparencia democrática a los
fondos nacionales que pretendan participar en instituciones
financieras o estratégicas; y debieran también
buscar fórmulas más sofisticadas que la
clásica acción
de oro.
Es el mundo al revés. Los países en desarrollo
financian la recuperación de las grandes empresas de
Estados Unidos y Europa. El desplome del mercado inmobiliario en
Estados Unidos ha desatado una crisis que ha puesto a temblar a
las grandes bolsas mundiales y ha dejado un agujero financiero
que podría alcanzar los 500.000 millones de
dólares, según las previsiones.
Una cifra difícil de asumir por los afectados, pero que
representa apenas una pequeña parte de lo que acumulan en
reservas países emergentes como China o las
economías del Golfo Pérsico. El aumento en los
precios de las materias primas (en especial del petróleo)
y el auge de las importaciones
asiáticas han dejado miles de millones de dólares
en manos de países como Rusia, China, Arabia Saudita y los
Emiratos Árabes Unidos.
Para canalizar estos recursos, se han creado los llamados
fondos soberanos, enormes vehículos de inversión
que hasta ahora sólo invertían en deuda
pública, pero que últimamente han dado un salto
importante, al atreverse a tomar participaciones significativas
en grandes empresas como Morgan Stanley, Sony, Citigroup o
UBS.
Un informe de Morgan Stanley fijaba en 2,5 billones de
dólares el total de los recursos que manejan estos fondos.
Y asegura que, en el año 2007, han invertido unos 45.000
millones en compras en el exterior. Por su parte, Merrill Lynch
prevé que en los próximos cinco años, estos
fondos soberanos podrían colocar entre 3 y 6 billones de
dólares en los mercados internacionales y algunas
previsiones apuntan que el total de activos bajo su control
podría superar los 15 billones de dólares en
2015.
Con el dinero que maneja el fondo de Abu Dhabi (el mayor del
mundo con unos 625.000 millones de dólares) se
podrían comprar todas las empresas del Ibex 35 y
todavía sobraría dinero como para adquirir
algún gigante como Citigroup.
Noruega, el
ejemplo
El segundo mayor fondo soberano del mundo es el de Noruega,
que maneja más de 300.000 millones de dólares. Se
trata de un fondo modélico en muchos sentidos. Su
gestión está totalmente en manos de profesionales,
utiliza los criterios más modernos de distribución
de las inversiones para diversificar el riesgo y asegurar el
futuro de los noruegos cuando el petróleo deje de
constituir su principal fuente de recursos. Además, el
fondo se maneja utilizando criterios de inversión
socialmente responsable. Otros fondos soberanos, de Asia y
Oriente Próximo, tienen al fondo noruego como un ejemplo a
seguir.
A golpe de talonario. Nada se resiste a las grandes
reservas
Petrodólares. Predilección por el sector
financiero
Los fondos estatales de Abu Dhabi y Dubai han tomado
participaciones en grandes bancos. Otros países, como
Venezuela, utilizan sus petrodólares para ganar influencia
política en su región.
Más por venir. Muchas reservas y apetito
Las reservas chinas crecen en más de 1.000 millones de
dólares al día y los expertos prevén que el
fondo estatal podría recibir 200.000 millones de
dólares cada año, hasta convertirse en el
más grande del mundo.
China, a la conquista de
los mercados internacionales
Si un país tiene capacidad de aumentar su influencia en
el resto del mundo, se trata de China. Su fondo soberano se
constituyó con 200.000 millones de dólares y tiene
ahora más de 70.000 millones para invertir en el exterior.
Pero esta cantidad representa sólo una pequeña
proporción de los 1,4 billones de dólares que el
Gobierno chino acumula en reservas internacionales. La cifra
está creciendo a tal ritmo que el gobierno se encuentra en
ocasiones, incluso, con problemas para gestionar tanta liquidez,
informa Efe.
– Operaciones de calado (Juego de números)
El acuerdo de las entidades controladas por los gobiernos de
China y Singapur de invertir hasta US$ 18.600 millones en el
banco británico Barclays PLC lleva la
tendencia de las inversiones soberanas a un nivel potencialmente
más controvertido.
Este acuerdo es uno de los ejemplos más recientes de la
ola de inversiones cada vez más agresivas que los
gobiernos de Asia y el Medio Oriente hacen en
compañías europeas y estadounidenses. Estas
apuestas están diseñadas para impulsar sus retornos
sobre las inversiones, ya que exponen a los fondos soberanos a
riesgos que abarcan desde las simples pérdidas generadas
por sus inversiones a las consecuencias políticas de una
caída inesperada de la economía. "Ha habido un
incremento espectacular en los activos financieros en manos de
los gobiernos", dice Dominic Wilson, director de
investigación de macroeconomía global y mercados en Goldman
Sachs Group.
La inversión de las entidades controladas de China y
Singapur se produce una semana después de que un fondo de
inversión controlado por el gobierno de Qatar ofreciera
US$ 21.800 millones por la cadena británica de
supermercados J. Sainsbury PLC, en lo que sería la mayor
adquisición de este tipo por parte de un fondo soberano y
la mayor compra de una empresa occidental por parte de un
comprador de Medio Oriente.
Desde 2002 a la fecha, las reservas han promediado un aumento
anual de 20%, según el Departamento del Tesoro de Estados
Unidos. Las reservas globales de divisas bordean ahora los US$
5,6 billones (millón de millones). Si uno añade
entre US$ 1,5 billones y US$ 2,5 billones en "fondos soberanos",
el total de activos controlados por los gobiernos alcanza
"aproximadamente los US$ 7,6 billones", es decir un 15% del
Producto Interno
Bruto del mundo, según los cálculos del
Tesoro.
El banco Morgan Stanley ha estimado que el total de recursos
de China, Rusia y varios países árabes que han
establecido fondos soberanos podrían llegar a la cifra de
2,5 billones de dólares, lo cual nunca antes se
había visto. Esto ha permitido, por ejemplo, que parte de
Chelsea, uno de los barrios más caros de Londres, sea
propiedad del gobierno de Qatar, o que una parte del banco
Barclays ahora sea propiedad del gobierno chino. Y así
podríamos seguir en esta etapa del capitalismo, donde
existen muchos recursos disponibles en estos fondos soberanos
para comprar lo que quieran. Al fin y al cabo tienen dinero, que
es el principal motor del
sistema, ¿o no?
El orden de magnitud actual es significativo y en franco
crecimiento. Hoy esos flujos ascienden a 800/900 mil millones de
dólares por año, con un ritmo anual de crecimiento
que supera el incremento en el mismo período de doce meses
de las reservas de esos países.
En otras palabras, hay un cambio de política hacia la
diversificación y búsqueda de mayor retorno de sus
reservas invirtiéndolas en activos reales localizados en
otros países. Eso implica que las tesorerías o los
bancos de ciertas naciones acumulan cuotas partes o la totalidad
de empresas localizadas fuera de su territorio.
En esa carrera, hoy China es el accionista mayoritario del FIP
Blackstone; Qatar acaba de adquirir la mayor cadena de
supermercados de Gran Bretaña; Gazprom -cuya propietaria
es Rusia- tiene importantes inversiones diseminadas en el
área energética de varios países en
desarrollo. La compañía estatal china (PTR) tiene
inversiones importantes en el resto del mundo en desarrollo,
inclusive en Sudán que está en plena guerra civil.
Un FIP propiedad de Singapur es quien cofinanció a
Barclays en su intento de adquirir el banco ABN Amro. De otra
manera, a través de la inversión directa de alguna
de sus empresas como Petrobras y Vale do Rio Doce, Brasil
participa también en ese proceso. Esta última acaba
de adquirir en Canadá el mayor yacimiento de níquel
del mundo. Por último, Venezuela, fundamentalmente a
través de Pdvsa, tiene refinerías y estaciones de
servicio en
Estados Unidos y muestra una
presencia creciente en el sector energético de América
Latina con propuestas de asociación con empresas locales
en rubros conectados con la energía.
El Gobierno chino tiene 200.000 millones de dólares
para salir de compras por las bolsas este año. La
conquista de los mercados financieros por parte de China no se
limita a la apertura de sus fronteras para que el capital
nacional pueda invertir en las bolsas internacionales, empezando
por la de Hong Kong, sino que abarca una segunda dimensión
mucho más preocupante: la posibilidad de que sea el propio
gobierno chino el que dé salida directa a sus excedentes
de tesorería mediante el uso de lo que se han venido en
llamar "fondos soberanos".
Los fondos soberanos no son sino un remedo de las antiguas
"oficinas de inversión" o investment offices de tan oscuro
recuerdo en algunos países. De hecho, en la mayoría
de los casos, son establecidos por naciones que ingresan ingentes
cantidades de divisas a cuenta de la venta de petróleo. El
origen del exceso de reservas chino no procede de la venta de
materiales
fósiles sino de un superávit comercial que supone
cerca del 10% de su Producto
Interior Bruto y que crece a niveles superiores al 70%
interanual. El diferencial entre exportaciones, favorecidas por
los bajos costes de producción y una divisa artificialmente
devaluada, y las importaciones, pendientes del despertar del
consumo local,
ha permitido a los chinos acumular unas reservas superiores a los
1,33 billones de dólares, de los que, a juicio de los
analistas, alrededor de 200.000 millones irán al
fondo soberano de reciente constitución.
Blackstone, la piedra de
toque
Los primeros pasos fueron dados en junio de 2007, con la toma,
antes de su salida a bolsa, de un porcentaje cercano al 10% en el
capital de la firma de capital riesgo Blackstone, por 3.000
millones de dólares, un 1,5% de la capacidad inversora
teórica total. Una inversión, por cierto, que
coincidió con el pico del mercado de acciones y ha
generado no pocas críticas dentro del país, desde
gobernantes poco experimentados en la dinámica de este
tipo de operaciones, hasta anónimos ciudadanos que
censuran que se ponga en juego de esa manera el dinero que, el
conjunto del país, ha ganado gracias al esfuerzo
colectivo.
La "Operación Blackstone" ha puesto al fondo soberano
chino en primera línea de fuego y ha generado un debate
que se ha articulado en torno a tres
grandes núcleos. Primero, interno, hace referencia a la
compatibilidad de este tipo de fondos, y sus inversiones, con el
modelo actual de mercado impuesto por las
autoridades locales. Segundo, intelectual, versa sobre su
filosofía de inversión.
¿Será un hunter o cazador de oportunidades o un
farmer o conservador del patrimonio?
Tercero, internacional, se circunscribe a la posibilidad de que
los países destino del chorro de divisas chino puedan
establecer una serie de cortapisas hasta que no se aclare
cuál es la intención última de la
inversión o se establezcan criterios de reciprocidad
inversora.
De ahí que los mensajes lanzados por Lou Jiwei, gestor
del fondo, y sus colegas intenten ajustarse a un perfil lo
más bajo posible. Según ellos, la toma de
participaciones directas en empresas extranjeras cotizadas
será una excepción, y se encuadrará dentro
de la diversificación de riesgo necesaria para ajustar su
perfil a los objetivos de rentabilidad preestablecidos. De hecho,
gran parte de la inversión inicial se dirigirá a la
compra de algunas empresas nacionales que cuelgan bajo el
paraguas del Banco Central, lo que, a juicio de los analistas
locales, dejará la capacidad inversora final del fondo en
los 72.000 millones de dólares.
Influencia
mundial
En cualquier caso, y mientras el fondo busca su identidad
(gestor de empresas locales o inversor internacional) y trata de
reclutar talento para su gestión, China sigue dando pasos
más allá de ser, en su propio interés, el
principal comprador de bonos del tesoro norteamericanos, una
posición que, de por sí, le permitiría, con
una gestión beligerante, desequilibrar los mercados
internacionales de divisas y renta fija.
Y las consecuencias pueden llegar a ser tan relevantes como
señalaba un editorial del Financial Times "con el tiempo,
los inversores chinos serán tan parte central del mercado
como son hoy día los norteamericanos. Sus intermediarios
financieros serán más activos, operando por
sí solos o a través de joint-ventures. No queda
lejos el día en que los chinos sean los primeros actores
en los mercados mundiales".
En mayo de 2007, en los días previos a la salida de
Blackstone a Bolsa, el Gobierno de China comprometió una
inversión de 3.000 millones de dólares en la
empresa de capital riesgo. Entonces, el Gobierno de Pekín
no había lanzado el fondo soberano a través del
cual tendría el control de esta participación. Pero
se pusieron rápidamente a ello tomando como modelo el
fondo Temasek, fundado hace más de 30 años por el
que se considera el padre político de Singapur, Lee Kuan
Yew. Este fondo, China Investment Corp. (CIC), se
constituyó el 29 de septiembre de 2007 e invertirá
200.000 millones de los 1,3 billones que el Gobierno chino tiene
en sus reservas de divisas.
Detrás de algunas recientes operaciones como la compra
del 26% de la Bolsa de Londres y el 20% de Nasdaq, está
Dubai Group, y tras la adquisición del 5% de Barclays
están CIC y Temasek. QIA, del Gobierno de Qatar, vinculado
a la compra de los supermercados Sainsbury.
Operaciones de calado. Los Estados diversifican su cartera
de inversiones
Barclays. Accionistas de China y Singapur. China Development
Bank y Temasek, de Singapur, entraron en julio de 2007 en el
capital de Barclays cuando este banco estaba en pleno lanzamiento
de su OPA sobre ABN Amro y necesitaba fondos. Estos dos fondos le
apoyaron comprando algo menos de un 3% cada uno. Temasek es
también (desde 2006) accionista del banco británico
Standard Chartered y en agosto elevó su
participación al 15,3%. Por lo que se refiere al banco
chino, especializado en financiar infraestructuras en el
país, Barclays ha creado una sociedad con éste
durante cinco años para el mercado de las materias primas
y de energía. Por cierto, que en la operación de
compra de Barclays la entidad china fue asesorada por
Blackstone.
Blackstone. El capital público y el privado cruzan
caminos. Blackstone y Apollo, luego Carlyle. El muy reservado
capital riesgo y el capital estatal han cruzado sus caminos.
China compró, a través de lo que luego sería
China Investment Corp., algo menos del 10% de Blackstone apenas
unas semanas antes de que esta gestora saliera a Bolsa. Unos
meses después Carlyle Group vendió un 7,5% a
Mubadala Development, un fondo de Abu Dhabi, por 1.350 millones
de dólares. Mubadala también ha invertido varios
cientos de millones en uno de los fondos de Carlyle. A mediados
de 2007, Apollo Management vendió un porcentaje
pequeño al Adia, también de Abu Dhabi, uno de los
fondos soberanos más grandes y cuyo objeto es hacer
inversiones no estratégicas.
London Stock Exchange. Una pieza de los mercados de capitales.
Los propios mercados dan que hablar y los fondos soberanos de los
Gobiernos de Oriente Próximo escuchan. Apoyado en el fondo
Dubai Group, el mercado de este emirato (que controla dos
parqués) acordó comprar un 19,9% del mercado Nasdaq
de Nueva York y comprarle a su vez a éste el 28% que
poseía en el London Stock Exchange. El acuerdo se
completó con la toma de posesión de Nasdaq de un
tercio de una de las dos Bolsas de este emirato y el 47% del
mercado sueco OMX. Un fondo de Qatar adquirió
también un 20% del mercado londinense y se hizo con una
participación por debajo del 10% en el OMX. Recientemente
ha dicho a los reguladores que quiere aumentarla.
Sainsbury. La cesta de la compra del Reino Unido. Con el crudo
en máximos, los Estados del Golfo Pérsico han
decidido abrir su cartera a distintos tipos de compra. En 2006,
DP World, de Dubai, compró Peninsular & Oriental, lo
que le dio la gestión de varias docenas de puertos del
mundo. En mayo de 2007, Saudi Basics adquirió GE Plastics,
y Delta Two, un fondo de Qatar, está estudiando la compra
de la cadena de supermercados británica Sainsbury por
10.450 millones de libras. El fondo ya tiene un 25% de este
supermercado, que no pudo comprar antes el capital riesgo (CVC),
y las negociaciones siguen para hacerse con el 100% del capital.
Sainsbury, controlada por una familia, es la
tercera cadena de supermercados del Reino Unido, tras Tesco y
Asda.
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